Berberian Sound Studio, crítica. Vean aquí la película.

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Berberian Sound Studio
Kafkanception
Por Erick Estrada
Cinegarage

“Equestrian Vortex”. Satanismo, sangre y gritos embrujados, música oscura y lamentos moribundos. Un hombre solitario, indefenso, entra a ese mundo de ondas sonoras y de efectos especiales. Estamos en el corazón sonoro de una película de terror y nada de lo que se ve es lo que parece.

Las luces cruzan la pantalla y los sonidos que se fabrican para pulir las películas viajan por todo el encuadre; el doblaje, las cintas, las marcas de cera, las bandas magnéticas se dejan ver como parte del esqueleto del terror que se diseña en ese lugar. Nuestro indefenso participante se revela entonces como parte de ese mundo: él es quien pondrá todo lo que escuchamos en la posición adecuada, de él es el golpe final de esas atmósferas opresivas y fracturadas porque, de nuevo, nada es lo que parece.

Berberian Sound Studio es de entrada una ventana a un mundo ya inexistente, una especie de película de época que nos desdobla hacia atrás, a los tiempos previos al pro tools y la edición no lineal, a esos años en que los malabares físicos para armar una película seguramente desconfiguraban las vueltas del cerebro que, en consecuencia, encontraba dimensiones paralelas para descifrar los enigmas prácticos de la realidad cotidiana.

Viéndola así, la película no podía caminar de manera distinta a como lo hace: rearmándose y rebobinándose, dándo vueltas en sí misma como en un loop monumental que enfrascado en la lucha con los engranes de la AMPEX y los sprockets golpeando el proyector, cambia su velocidad con el capricho de los sueños o, mejor dicho, el de las pesadillas, porque ese ser entre infantil y macabro que es el hombre que vimos desde un comienzo y al que conocemos con el casi apodo de Gilderoy, ha sido convocado para trabajar en “Equestrian Vortex”: satanismo, sangre y gritos embrujados, música oscura y lamentos moribundos.

Muy pronto, en este pantano de loops, cintas magnéticas y sandías que emulan una carnicería caníbal, Gilderoy es transformado en una especie de araña de patas largas que tropieza lentamente en él, hundiendo una para levantar la otra. Sobre ese pantano el espíritu negro de la película -la mala leche de los involucrados, ese misterio estilo Praga de los pasillos del estudio, de las cabinas de grabación, de la oscuridad de la habitación de Gilderoy- aparece como un vampiro caza cuellos y finalmente se apodera cuadro a cuadro del espíritu de este hombre y de todo lo que lo rodea.

En ese momento Berberian Sound Studio es ya una narración del cine dentro del cine dentro del cine, pues revisando el gótico ambiente sonoro en que sobrevive Gilderoy uno no puede evitar pensar que ese mismo trabajo pero en un tiempo diferente se hizo para la película que vemos. Es decir, el audio de nuestro presente trabaja en el video de ese tiempo indeterminado que a su vez trabaja en la historia de brujas penetradas y cráneos destrozados que probablemente ni siquiera ocurra en este mundo.

Ahí, en el más claro (u oscuro) ejemplo de cómo se construyen las atmósferas del cine de terror (y de la que muchas que se enorgullecen de serlo carecen por completo), Gilderoy se encuentra atrapado en una pesadilla sin fin, en donde los univesos se trasponen y se absorben con voracidad, en donde la lógica no está invertida sino secuestrada y él no es más que un “señor K”: Kafkanception se hace presente y la locura de las máquinas de sonido entra de golpe a una narración que ya se había negado sentido pero no idea, en donde los grandes close ups hacían de una perilla de grabadora un arma mortal y en donde los ojos eran planetas sanguinolentos a punto de explotar.

No mostrar es un arma poderosa cuando se sabe qué mostrar en lugar de lo que se oculta. Por esa razón aquí no necesitamos un castillo embrujado ni monjes malévolos viviendo en él. En su lugar está este estudio indigesto y los machos ignorantes que lo gobiernan. En medio, el “señor K” Gilderoy vive oprimido en estos mundos que se devoran y arrasan.

No hay conclusión pero sí una abigarrada narración visual que dice, desde el primer momento, que aquí se trata de dejarse caer en la atmósfera pesadillesca que monta la película, no de entenderla. Aquí sí la forma es fondo.

“Silenzio”.

POSTDATA
Plus uno: la “voz gritante” invitada de Berberian Sound Studio es la de Suzy Kendall, un homenaje a ella y al Giallo.
Plus dos: la música de la película está dedicada a Trish Keenan.

Berberian Sound Studio: La inquisición del sonido
(Berberian Sound Studio, Reino Unido, 2012)
Dirige: Peter Strickland
Actúan: Toby Jones, Antonio Mancino, Guido Adorni, Cosimo Fusco
Guión: Peter Strickland
Fotografía: Nicholas D. Knowland
Duración: 92 min.

Comments (2)

  1. hijole, no entendi muy bien a donde ibas, de verdad me concentre, pero en ese sin fin de adjetivos y palabras rebuscadamente inentendible acabe por rendirme, no tengo la prosa ni la autoridad intelectual para dar consejos, pero creo que los que visitamos tu pagina buscamos una idea general de la pelicula, creo podrias llevarla a un terreno mas “mundano” y de esa manera hacer la “review” mas disfrutable para tipos como yo….gracias.

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  2. amigo antes te visitaba tu pagina hasta que empezaste con palabreria insulsa y darte de muy bohemio y mira perdiste toda tu audiencia llego un momento ke me dio flojera verte asi ke ya deja de darte de intelectual y

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