Deberás amar, crítica

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Deberás amar
Malick siempre lo ha hecho
Por Erick Estrada
Cinegarage

Horizontes abiertos. Futuros abiertos. Nubes de tormenta. Calles vacías y vecinos atormentados. Cuando Terrence Malick enfrenta a sus cuatro personajes a encuadres tan borrosos, a descripciones que por un lado son precisas casi (casi) hasta el hartazgo, y por el otro saben a instantáneas que apenas se mueven, que dejan ver cómo el cabello de sus musas se contonea con el viento, se puede predecir un futuro poco luminoso, arrodillado sin defensa debajo de esa tormenta que nos muestra en el horizonte. Siempre lo ha hecho.

Malick no engaña. Los razonamientos, los pensamientos, los sentimientos de sus personajes son expresados en una voz en off que siempre usa el pasado. Nosotros vemos un presente de colores livianos y con ese pasado que nos alcanza apenas armamos la historia de una pareja (Ben Affleck y Olga Kurylenko) que de Francia a Estados Unidos verá como la perfección de su amor se derrumba casi por nada.

Al lado está un cura contrariado y pensativo (Javier Bardem etéreo como pocas veces lo hemos visto), al que incluso sus acompañantes en la micro historia que protagoniza (esos monstruos malickianos que son siempre los ajenos) detectan como apesadumbrado. Lo interesante es que sin necesidad de unir con lujo de detalle a estos personajes, terminan ensamblados en la atmósfera que Malick trabaja aquí tan sutil como insistentemente. Siempre lo ha hecho.

Se trata de una película acerca de la melancolía, del amor, de la fragilidad humana y la historia es un mero pretexto, un canal que nos lleva ligeramente de la mano para que podamos nadar en la experiencia de To the Wonder.

Es también una cinta empalagosamente romántica: una cámara volatil que persigue a los personajes femeninos envolviéndolas en telas y campos de trigo; luces doradas que dibujan halos en una pantalla magníficamente compuesta; océanos que se mueven con la marea y transforman el horizonte; sonrisas en off y muecas a cuadro, miradas a los ojos y bailes en un casi imperceptible slow motion. Ese quizá es su mayor pecado. Ser tan amante del paisaje de sus tierras como lo es de lo vacío que resultan a quienes tenemos otras geografías frente a los ojos.

Enfrente de ello Malick se empeña (y a veces se nota la dureza del trabajo detrás de una película tan vaporosa y premeditadamente evocativa) en hacer del humano algo frágil, de sus emociones algo aún más débil y de su destino una fatalidad. De azotarse vamos, pero azotarse bien. Siempre lo ha hecho.

La secuencia favorita (quizá porque encaja en su estilo, el de siempre): aquella en la que la presunta culpable del desvío de atención de Ben Affleck a Olga Kurylenko, Rachel McAdams, se enfrenta a una manada de búfalos al lado de su amigo reencontrado y reenamorado de ella, un Affleck que aparece casi siempre con el rostro oculto, recortado por el encuadre, en una especie de eterna búsqueda de Malick de una figura masculina de la cual sujetarse. Ahí, sin falsos filtros, sin ataques de sustos y shocks visuales, sin desconciertos premeditados y medidos (que por otro lado empañan cintas como Post Tenebras Lux y casi todo lo más reciente del efectista Lars von Trier) Malick dibuja el colapso del antiguo amor con Kurylenko y la fragilidad extrema de una nueva aventura. De nuevo el futuro no promete. Sus personajes, como siempre, deben intentar (por lo menos) vencer la fatalidad.

Directores como Carlos Reygadas se quejan del uso de la música en las películas como un elemento dictatorial, que dirige los sentimientos del espectador. Aquí, por el otro lado, podemos llamar a Malick un gran dictador pues gracias a la música de su película es que se hacen presentes (o se subrayan, dependiendo su punto de vista) lo evocativo de su película, lo nostálgico (y casi seguramente autobiográfico) de sus imágenes, la pesadez de su ligera historia y las dobles lecturas a partir de ella. La música (acertada, puntual, disfrutable y ligera) hace de una película de luces algo más oscuro de lo que es, de unos personajes que quedarían vagos y robóticos seres humanos reconocibles, de un viaje tan sin mapa una propuesta para perdernos en él mismo, todo un acierto especialmente cuando nos acerca a los mejores momentos de otra propuesta tan disfrutable como es La delgada línea roja (EUA, 1998). Y es que así lo ha hecho siempre.

Y pensar que antes que To the Wonder tuvimos un desajuste universal llamado El árbol de la vida (EUA, 2011).

Deberás amar 
(To the Wonder, EUA, 2012)
Dirige: Terrence Malick
Actúan: Rachel McAdams, Olga Kurylenko, Ben Affleck, Javier Bardem
Guión: Terrence Malick
Fotografía: Emmanuel Lubezki
Duración: 112 min.

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