RMFF, día 4

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RMFF, día 4
La tarde alemana
Por Erick Estrada
Cinegarage

Dentro de la amplia oferta del jueves en el Riviera Maya Film Festival dos películas en particular destacaron por representar propuestas tan separadas en tema y en estilo, en desarrollo y en respuesta ante el público. Aclararemos antes que ambas cintas tuvieron una amplia respuesta del público y que las salas para las dos funciones contaban no solamente con un nutrido número de espectadores, sino que había verdadera emoción por verlas.

La primera de las dos que comentaremos hoy fue Upstream Color de Shane Carrut que, de entrada, despertaba curiosidad pues su nombre aparece en la lista de personas a las que se agradece de manera especial en una de las mejores películas de ciencia ficción que hemos visto en los últimos años: Looper.

En este caso Carrut se desata por completo contando una historia ultra fragmentada, muy viajera en el tiempo incluso de manera más aventurada de como lo hace Harmony Korine en su Spring Breakers, en la que el futuro y el presente colisionan para generar gratos y cálidos fuegos artificiales. Carrut, remando más lejos, hace chocar no solamente presente pasado y futuro, sino que introduce realidades que bien podrían pertenecer a una realidad alterna, a un cuento dentro de la cabeza de sus personajes, a una cinta conspiratoria de la mejor inspiración de J.J. Abrams o a una ciencia ficción dolorosa y completamente sumergida en alucinógenos.

Sus dos personajes luchan (porque se trata en realidad de una lucha) por descifrar su propio entorno, por colocar las piezas de un rompecabezas inexistente (sus propias vidas y coincidencias), y en ese ir y venir de realidades, personalidades, tiempos y circunstancias, encuentran diferencias y coincidencias, casi al estilo de una comedia romántica retro nostálgica pero también con mucho dolor y organismos palpitantes, como el terror que deconstruye William Friedkin en Bug.

Al avanzar en este pantano de imágenes que se reconectan para abandonarse de nuevo en la irrealidad, los dos personajes se dan cuenta que probablemente fueron parte de algún experimento en alguna de las realidades que se han encargado de visitar ahora que están juntos. Es ahí donde nos damos cuenta que quienes somos parte del experimento somos nosotros, quienes vemos la película y debimos haber dejado ya, secuencias rotas atrás, todo asomo de intelectualidad para entregarnos por un lado al sufrimiento de ficción ultra resquebrajada de sus personajes, para dejarnos llevar por la emoción ante un vacío que sabe a algo mejor de lo que se detecta a primera vista.

Desconcertante e irrealista, malévola y orgánica, emotiva y desoladora Upstream Color es sin duda una experiencia que reta a quienes se llaman cinéfilos, pero recompensa a quienes saben que la historia existe siempre y cuando uno se olvide de ella, y no al revés como a veces pretenden varios directores amantes de venir a los festivales.

La segunda película estrella de la jornada fue la película alemana Lore, de la directora australiana Cate Shortland y que, en pocas palabras, invierte la secuencia de todos ya tan conocida de narrar las desventuras de los judíos en la Segunda Guerra Mundial, la manera en que tuvieron que sobrevivir y esconderse. Ella decide contar justo lo contrario: la desintegración de una familia alemana, devota a los designios del Führer, el mosntruoso Hitler.

A la llegada de los ejércitos aliados a la Alemania vencida, esta familia es poco a poco desmembrada hasta que la hija mayor (Lore), es forzada a viajar a lo largo de la Selva Negra y el resto de Alemania para escpara de la persecusión de los sabuesos estadounidenses y, sobre todo, de la brutalidad de los ejércitos vencedores y de la violencia desatada tras la victoria.

Shortland se las arregla para que con un tema y enfoque tan delicado su película se transforme poco a poco en una muestra de que en las guerras (en este caso la Segunda Mundial), todo mundo es víctima pero sobre todo victimario, que los hombres son animales violentos y vengativos por naturaleza y que las medias tintas para hablar de personajes en estas circunstancias son tan falsas como hipócritas.

Sin embargo, conforma la cinta avanza (que lo hace a una velocidad apabullante), Lore se transforma también en una especie de denuncia y grito de auxilio: deja claro que la fidelidad hacia Hitler fue producto de un lavado de cerebro colectivo que a la fecha trae muchos problemas, que los vencedores tampoco fueron todo lo justicieros que se esperaba y que en medio de todo se abandonó a un pueblo (el alemán) en su propia confusión, emparedado en dos realidades y muchas interpretaciones, engañado y desorientado por mentes y teorías tan crueles como idiotas.

Lore demuestra que en temas y con personajes como estos es indispensable tomar partido y que las ambigüedades son tan peligrosas como cobardes. Se le aplaude, en consecuencia, el valor no sólo para acercarse al tema desde su perspectiva, sino de sortear inteligentemente la doble moral y dejar claro que las buenas películas sobre la guera son (o deberían ser) pacifistas y progresistas. Esta lo es.

Mañana más.

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