FICM 3

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FICM 3
De cacería
Por Erick Estrada
Cinegarage

Tercer día. La lluvia cedió pero el otoño es inegable. De cualquier manera, lo que se viene a hacer a Morelia en estos días es en interiores y aunque el Sol es siempre bienvenido, noviembre está cobrando su cuota y el festival tiene un sabor distinto pero complementario. Insisto, se trata sin duda de una de las mejores programaciones del Festival en su historia y lo comprobamos conforme pasan las horas.

No quiero dormir sola fue la encargada de abrir el día en un función de prensa abarrotada. Se entiende porque de la película se sabe desde hace ya bastante y la verdad es que esta aventura entre abuela y nieta (Gabriela Roel y Mariana Gajá respectivamente) no decepciona en nigún momento. Se agradece profundamente que los cineastas se tomen su tiempo (sé que a veces es de manera forzada pero creo que debe hacerse) para completar su plan sin sacrificar el espíritu del mismo.

No quiero dormir sola es justo eso, la narración de los días de dos mujeres solitarias, cada una a su manera, que casi por casualidad (esa es una de las cualidades de la cinta) pertenecen a la misma familia. En un estudio de su vida diaria, trastocada por la durísima enfermedad de la abuela, Natalia Beristáin despliega a cuadro casi todas las emociones que en una circunstancia tan oscura como esta pueden surgir. Sin embargo, la propia Beristáin opta por endulzar sus encuadres, por darles movimiento y luz no a manera de escape, sino con la intención de que el interior de los personajes se acomode en el exterior que es intenso, duro, decadente y doloroso. Dolorosa es la película pero emotiva y, se nota, muy sincera. Si de dolores hablamos, el personaje de la abuela se llama precisamente Lola.

El siguiente paso, Una familia de tantas, del señor Alejandro Galindo, en pantalla grande, 35 mm y clima frío y húmedo. La presentación corrió a cargo de Guadalupe Ferrer, directora de la Filmoteca de la UNAM y de Eduardo de la Vega, importantísimo investigador cinematográfico mexicano. Por supuesto, cualquier presentación alrededor de películas tan grandes y perfectas como esta corre el riesgo de quedarse corta, pero las palabras que Ferrer y De la Vega entregaron al público hicieron que las emociones de la historia, ya de por sí bastante intensas, se magnificaran para fabricar una proyección verdaderamente cálida. Hay que decir que esta y otras proyecciones especiales se llevan a cabo a manera de homenaje al fotógrafo mexicano José Ortiz Ramos, importantísimo en nuestra historia cinematográfica igual que el director de la película, Alejandro Galindo.

Luego, prácticamente toda la prensa especializada apartamos lugar para la primera función de Cosmopolis, la película de David Cronenberg que ha dividido opiniones alrededor del mundo. Si embargo, la opinión aquí fue prácticamente unánime a pesar de que algunos, entre los que me incluyo, concedimos buenos momentos en esta historia de un millonario del futuro (que sabe desagradablemente a presente) que se pasea en su limosina-casa-oficina por una ciudad que es Nueva York pero que podría ser cualquiera otra.

La película está basada en la novela de Don DeLillo y de ella hereda ese posmodernismo y desesperación que, efectivamente, Cronenberg maneja de muy buena manera. Sorprendentemente Robert Pattinson hace un buen trabajo en el papel de este extravagante millonario sin escrúpulos que usa y abusa de la gentre a su antojo pero que, en un giro surrealista de su propia vida, se ve enfrentado a la única persona con razones reales para asesinarlo.

De ambiente en ambiente, la película crece mucho al final, pero en su primera mitad navega casi a ciegas entre las peores películas de Win Wenders, las mejores de David Lynch, entre capítulos de un apocalipsis ético-financiero, entre burbujas de hiperinformación y diálogos completamente vacíos, cuestionamientos sobre la vida sexual del mundo y un humor negrísimo que solamente los conocedores de Cronenberg lograrán descifrar.

A medias entre la novela posmoderna, la película estilo videojuego y las de juego de rol, creo que vale la pena solamente por el capítulo final, una lucha verbal entre Pattinson y el gran Paul Giamatti.

El remate del día estuvo compuesto de un par de ganchos al hígado, aunque en sentidos diferentes. Por noches como la de anoche es que nos fascina el Festival Internacional de Cine de Morelia.

El primer capítulo apareció con La caza, devastadora película de Thomas Vinterberg, la historia de un profesor solitario que a punto de ver su vida completamente transformada para bien, ve cómo todo se viene abajo cuando una de sus alumnas en el kinder (la hija de su mejor amigo) suelta la “pequeña e inocente” mentira sobre que él abusó sexualmente de ella.

El pueblo entero estalla en ira y la vida del profesor se convierte en una cacería despiadada (el linchamiento pasa por la cabeza de varios, seguramente) en la que la verdad y la mentira desaparecen para convertirse en una violenta narración kafkiana. La verdad se vuelve abuso en una película que desde el comienzo va al grano, habla de frente y nos pone de nuevo frente a nuestros ojos, la manera de operar de las sociedades occidentales: doble moral, falso perdón, violencia oculta y sanguinaria reconciliación.

Muy a la manera de Haneke, Vinterberg entrega paisajes desolados de nuestras sociedades, en las que la ley es un pretexto para humillar y en la que la verdad es tan distorsionada como todos los pares de ojos que la contemplen. De nuevo, el posmodernismo.

El cierre, mucho más esperanzador, estuvo a cargo del estupendo investigador, historiador, crítico y cineasta Mark Cousins, del que se proyectó What is This Film Called Love? A Cousins muchos lo conocen ahora mismo por la exitosa serie La Historia del cine, una odisea y este otro ejercicio es un paseo citadino en el otro polo de la gran investigación ya mencionada. Se trata de una lluvia de imágenes, sensaciones, texturas, de dejar que el montaje de Eisenstein juegue con nuestros ojos y nuestras emociones en un experimento visual y estético que dejó a todos sonrientes y satisfechos. Ojalá pronto pueda revisare de nuevo en la Ciudad de México.

Mañana las actividades se intensifican, y apenas será martes en un festival que nos “obliga” a ver buen cine hasta el sábado en la noche. No cederemos.

 

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