Michael, crítica. Película de la semana.

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Michael
Los sótanos humanos
Por Erick Estrada
Cinegarage

Markus Schleinzer escogió poner luz a un mundo que naturalmete vive entre las sombras. Los sótanos han sido desde hace mucho tiempo un símbolo obvio pero irrefutable de muchos miedos y debilidades de la ,de por sí, débil y miedosa raza humana. Su ópera prima y hasta ahora única película es una exploración de ese mundo subterráneo; y es una exploración inquietante y penetrante porque decide hacerla a través de lo cotidiano de esas sombras subterráneas porque (y eso es lo triste y lo malévolo de su película) en esos espacios de los que el hombre quiere escapar a la menor provocación se puede llegar a construir una vida cotidiana. En Michael lo malévolo tiene una rutina.

La historia es tan elemental y tan directa que pareciera que estamos leyendo el encabezado de un periódico: en el sótano de su casa, un pedófilo tiene encerrado a un niño de 10 años y en la cinta veremos cinco meses de la tormentosa relación de estos dos seres humanos. Es ese el mejor acierto de Schleinzer, que a pesar de una introducción severa, directa y escalofriante, secuencia a secuencia y gracias al manejo de los cotidiano, logra construir dos seres humanos enfrentados, dos personalidades adoloridas y hacernos ver que el monstruo aquel que alimenta y limpia al niño del que abusa es también un ser humano.

El logro mayor, sin embargo, no es que ilumine al pedófilo y le coloque rostro e incluso sentimientos, sino que sin restarle matices y sin dejar nunca de verlo como un ente frío, manipulador y sobre todo enfermo, lo humaniza a tal grado que ese rostro que vemos casi en reflejos y asomándose detrás de la computadora de trabajo, termina por desaparecer para convertirse en el de cualquiera.

En el mismo espíritu maligno de su personaje central, Schleinzer juega con encuadres muy escuetos, con cortes separados, con colores escalofriantemente luminosos ante lo oscuro de su narración; y en ese lenguaje visual casi pasivo, acomoda situaciones que provocan sorpresa, y en esa sorpresa nos deja ver que ese caníbal de almas es y puede ser cualquiera de los vecinos, cualquier hombre con un niño a la mitad del parque.

En Take Shelter, el también gélido Jeff Nichols usó la imagen y la idea del sótano (un refugio anti tornados en realidad) para explorar por un lado las fronteras entre la locura y la razón, pero por el otro, lo inquietante de una sociedad occidental cegada y endiosada de sí misma, que reacciona oprimiendo al ajeno y señalando cuando incluso el pecado no se ha cometido.

A manera de espejo, Schleinzer hace un juego semejante. El sótano es sí, la idea de lo escondido, de aquello que queremos que no sea descubierto, pero en otro movimiento malicioso de su ya de por sí hiriente guión, pasa del retrato humano (el rostro del pedófilo), a lo inquietante de la despersonalización (el monstruo puede ser cualquera), para llegar a los escandaloso del silencio: en el momento menos pasivo de la cinta, con las anginas reventando en su garganta, comenzarán a sentir que siendo el relato tan incisivo como lo es, lo peor es nuestra participación -más pasiva aún- y, por supuesto, la de esa misma sociedad occidental, que genera situaciones como ésta, que probablemente las conoce pero que difícilmente se decide a revelar. Las dos caras de un sistema con sus propios problemas escondidos en el sótano. Mi único argumento ante esto es una pregunta: ¿cuántos casos similares se conocen en las noticias llegados de sociedades supuestamente mejor organizadas como la austriaca?

Sus personajes cambian, la situación en medio de escenarios impersonales, de reacciones medidas y pensadas, de reflejos oscuros en los ojos, de impotencia, se transforma a través de ese escueto discurso visual que consigue un peso apabullante y de asfixia. Ahí están en sus escasos diálogos y en una cámara que insiste en tomar el punto de vista de un niño, lo oscuro de un mundo que pide salir a la luz, quizá porque todo mundo sospecha que existe aunque nadie se atreva a mencionarlo. Es el falo masculino convertido en un cuchillo al que se le ruega nos corte las venas.

¿Cómo resolver una historia como esta? Quizá la respuesta también tengamos que reconocerla en las noticias, porque cuando la puerta del sótano se abre, lo que ahí se encuentra suele aparecer en el telediario, nunca la historia previa.

Michael, crónica de una obsesión
(Michael, Austria, 2011)
Dirige: Markus Schleinzer
Actúan: Michael Fuith, David Rauchenberger, Christine Kain, Ursula Strauss
Guión: Markus Schleinzer
Fotografía: Gerald Kerkletz
Duración: 96 min.

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