Sombras tenebrosas, la crítica

Sombras tenebrosas
100 películas en una
Por Erick Estarada
Cinegarage

¿Por qué tendríamos que tomarnos en serio una propuesta de alguien que nunca se ha tomado al mundo con seriedad? Ha llegado a niveles sublimes, inspirados, verdaderamente trascendentes, pero Tim Burton siempre ha dejado claro que la solemnidad no le gusta, no la quiere, no la busca.

Si después de que trastocó a Batman y lo hizo suyo en dos (DOS) películas, para después concretar la invasión extraterrestre más kitsch de la historia en Marcianos al ataque (EUA, 1996); si ya dejó claro que el cine de terror solamente le sirve para sacar de su cabeza monstruos psicodélicos y personalísimos como ocurrió en Beetlejuice (EUA, 1998), La leyenda del jinete sin cabeza (EUA-Alemania, 1999) y El cadáver la novia (Reino Unido-EUA, 2005); si incluso hizo un monstruo de Frankenstein con su personal visión de Frankenstein (EUA, 1931) en El joven manos de tijera (EUA, 1990) y en la inmortal Frankenweenie (EUA, 1984) de la que viene en camino el largometraje, ¿por qué deberíamos exigirle que en Sombras tenebrosas respetara los mitos vampíricos (aunque lo hace, curiosamente) y nos horrorizara hasta la muerte, o nos provocara carcajadas desaforadas cuando, perdonen ustedes, nunca lo ha hecho?

Tim Burton es un autor y ese autor decidió que al lado de Johnny Depp y un reparto que le envidiaría cualquier director de comedias o cine de terror, sería divertido hacer un homenaje a todas las películas de terror de los setenta, la década en la que el vampiro de esta historia vuelve a la vida después de haber sido encerrado en un ataúd por su bruja y despechada amante.

En Sombras tenebrosas -y sin tener que tomarse muy en serio ninguna investigación, interpretación o mensaje “oculto” en la película- escuchamos en lista de reproducción canciones de la época debajo de secuencias que resultaron obvias e insultantes a mentes cortas que le piden a Burton aquello que simplemente nunca prometió. Perdonen de nuevo pero la banda sonora es no solamente una buena selección sino que está manipulada con finísimo sentido del humor. En la película vemos también lo estrambótico de una década de transición entre la ingenuidad hippie y la crueldad del mundo capitalista… y a ambos Burton les corta la cabeza, literalmente.

Se notan también los colores y las formas, los acentos y los momentos de esos años, pero sobre todo, de las películas de terror que en los setenta se dejaban ver en los cines y en las matinées para después ser revisados en la televisión nocturna de fin de semana. Diversión pura en cine de culto. Cliché tras cliché tenemos el tono escandaloso de la sangre, los colmillos afilados y permanentes, el acto de hipnotismo barato (o el acto barato de hipnotismo, si quieren), el chiste del vampiro frente al espejo, la delirante escena de sexo que al final no enseña nada, los cielos “amenazantes”, la música “tenebrosa” y palpitante, el maleficio circular que debe regresar al origen para ser roto, la casa de piedra negra y sus pasadizos, la fantasmal mujer de blanco en la pasillo de la mansión, el candelabro maldito, el amor a través de los siglos.

¿No será entonces que todo esto es simple y llanamente un homenaje a ese cine a través de la reinterpretación de una serie de tele setentera en la pantalla grande? Los cameos parecen confirmarlo. La historia parece darlo por hecho. No se diga la música original (Danny Elfman) y la seleccionada. Lo que no parece entenderlo son tantas letras ofendidas por un “Burton en decadencia” cuando todo su estilo visual está desplegado aquí en cada uno de los encuadres.

No nos lo tomemos tan en serio. Los vampiros, al final, son una leyenda.

Sombras tenebrosas
(Dark Shadows, EUA, 2012)
Dirige: Tim Burton
Actúan: Johnny Depp, Michelle Pfeiffer, Eva Green, Jonny Lee Miller, Chloë Grace Moretz
Guión: Seth Grahame-Smith , John August
Fotografía: Bruno Delbonnel