Gigantes de acero, crítica

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Gigantes de acero
Box sin sangre
Por Erick Estrada
Cinegarage

En las mejores películas sobre box, el peleador al que hemos visto sufrir y batallar pierde periódicamente. En las mejores películas de este sabroso subgénero hay una plática entre el boxeador y su manager al fondo del pasillo, y suele ocurrir que esa plática la escuchamos en segundo plano. Aquellas películas sobre box que dejan sello, le dan a su personaje una motivación para seguir extra a la de convertirse en campeón. Muchas de ellas, sin que se me malinterprete por favor, reflejan el espíritu americano de manera sencilla poderosa, el mejor espíritu americano. Hay golpes, giros, sudor, violencia y mucha excitación. Gigantes de acero tiene todo eso y un soundtrack asesino.

Ocurre que tomando de manera muy ligera y libre el extraordinario relato de Richard Matheson, “Steel”, Leslie Bohem y John Gatins construyeron una historia para cine infantil con la coherencia necesaria para despertar interés por un deporte que muchos consideran ya obsoleto. El director Shawn Levy hace su parte del trabajo y comunica lo mejor del relato y del guión. Buscando una película para niños, los tres podaron todo lo oscuro y depresivo del relato de Matheson y en un juego extraño del proceso creativo, terminan comunicando prácticamente lo mismo.

En el mundo futuro de Matheson, un futuro seco y violento, la sed de sangre y espectáculo de los amantes del box, fue lo que orilló a los promotores a generar seres mecánicos que reprodujeran la forma humana para satisfacer las ganas de las multitudes de ver a dos seres peleando. A través de esa premisa, Gigantes de acero camina mucho más hacia la luz, pero deja claro que esa necesidad de violencia fue lo que provocó la aparición de impresionantes seres mecánicos. El futuro de la película es mucho más luminoso y el personaje central de la misma (Hugh Jackman) no es por mucho tan decadente, ambicioso y perdedor como el que dibuja en dos trazos Matheson, pero permanecen su voluntad (menos negra, pero voluntad al fin), su egocentrismo y vanidad, su pasado perdido y, sobre todo, su adicción al box, exista como exista. Algo que vimos también, en ambientes menos agradables, en El luchador (EUA-Francia, 2008), una reinterpretación del subgénero obra de Darren Aronofsky.

Sorprende la velocidad con que la película toma forma (son los métodos de Hollywood bien empleados) y los homenajes no solamente a otras películas de box sino a peleadores de carne y hueso así como su universalidad (y ligereza, seguimos en Hollywood). Pero también se agradece que para las secuencias de pelea (filmadas en motion caption, igual que se filmó a los primates en El planeta de los simios (R)evolución) hayan pedido la asesoría de gigantes del deporte, en este caso Sugar Ray Leonard. Es sin duda un trabajo enormemente profesional.

Se agradece igualmente que sabiendo que su pareja boxeador-niño no es la primera de este tipo de películas, se respete en la distancia y se haga homenaje al mismo tiempo a clásicos como El campeón (EUA, 1979) o a otras parejas (disparejas) como la que tenemos en El peleador (EUA, 2010) de David O. Russell; es bueno también que se rememoren los aromas y los momentos de otros clásicos como Rocky (EUA, 1976), eso sí, con un color mucho más cercano a Cómo entrenar a tu dragón (EUA, 2010). Recordemos a fin de cuentas que además de ser Hollywood, Gigantes de acero es una película para niños. ¿Box sin sangre? no había otra manera de hacerlo.

Gigantes de acero
(Real Steel, EUA, 2011)
Dirige: Shawn Levy
Actúan: Hugh Jackman, Evangeline Lilly, Kevin Durand, Dakota Goyo
Guión: Leslie Bohem, John Gatins
Fotografía: Mauro Fiore

Comment (1)

  1. Las grandes películas infantiles siempre mantienen como ley a los personajes bien desarrollados, y aquí los veo más planos que una regla y más aburridos que una papa. Además todo pasa por arte de magia, sin ninguna razón dada, y no es que el público infantil la pida, pero tampoco hay que abusar de ello.
    Es mi humilde opinión, no me gustó.

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